Pedro García, campeón del mundo y oro olímpico de waterpolo, narra en un libro cómo dejó las drogas
RAFAEL CARBONELL - Barcelona - 03/03/2008
El 28 de abril de 2003, Pedro García Aguado (Madrid, 1968), ingresó en el centro terapéutico Mare Nostrum de La Garriga, cerca de Barcelona. García no olvida su primera terapia.
"¿Quién eres?", le preguntaron.
"Soy Pedro García, campeón olímpico y del mundo de waterpolo".
"No, Pedro", le respondieron;
"tú eres un adicto, un alcohólico y un cocainómano".
"Y tú, un hijo de puta", insultó al terapeuta.
"Me quise morir", recuerda el campeón.
"Ahí me di cuenta de que la batalla que iba a librar sería dura. Yo era el único culpable y decidí jugar el partido". Con esa experiencia, Toto, como le conocían en la selección prodigiosa que ganó el oro olímpico en Atlanta 1996 y fue campeona del mundo en 1998, convertido hoy en terapeuta de adicciones, ha escrito el libro Mañana lo dejo (Bresca Ediciones), que salió a la venta el jueves.
Fueron dos años largos de terapia.
"A los dos meses de ingresar, recibí una oferta del Niza francés. Si aceptaba, recaería. Dije que no", recuerda.
"Me aparté de todos, del mundo del waterpolo, y me fui a vivir con mi madre a Sant Andreu de la Barca".
¿Cómo fue posible que Pedro García, un chaval con planta de modelo, de una familia de clase media, se enganchara a la droga? "Bebía y fumaba con 15 años", explica. "Siempre estaba en la calle porque mis padres se divorciaron. Fue la época en que Mariano García me dio caña. 'Eres un quinqui', me decía". Mariano era, entonces, el técnico que dirigía la escuela de waterpolo de Madrid.
Sin embargo, cuando realmente empezó su drama fue en 1986, justo el momento en que el CN Catalunya le fichó, junto a su amigo el portero Jesús Rollán. Vivían en la residencia Blume, sin ningún control.
"La noche la descubrí cuando llegamos a Barcelona. Pero entonces sólo bebía". Ni siquiera se acuerda de la primera raya de cocaína que esnifó.
"Fue en Terrassa. Un tipo me ofreció un trabajo para servir copas en un local porque vio que tenía mucho arrastre. Sí, fue en aquel bar, seguro. Estaba cansado, había tomado varias copas y al día siguiente nos entrenábamos por la tarde. El tipo me dijo: Si te tomas esto no te afectará". Era cocaína. Año 1990.
"Desde muy jóvenes, manejábamos dinero. En un año, por ejemplo, ya internacionales, pasamos de ganar 40.000 pesetas a 150.000 al mes. Manejar esta cantidad era difícil. Generábamos envidia". ¿Qué hubiera pasado si su ficha hubiera sido millonaria como la de un futbolista? "Mi vida deportiva hubiera terminado a los 24 años".
Su vida se convirtió en un torbellino. No podía ya frenar aquella espiral de depravación. "Hice cosas gravísimas", reconoce García. "Algunas veces cogí a mi hija en brazos porque estaba llorando y sólo deseaba que se callase para poder meterme otra raya". Había perdido por completo el control. Sin embargo, antes de los JJ OO de Barcelona tuvo que reconocer en una reunión con los técnicos su adicción a la cocaína. "Se quedaron estupefactos. Me hicieron controles individuales, pero los pasé todos". Pero durante una semana desapareció de la concentración. Vivió en casa de Rafa Aguilar, actual seleccionador español y entonces segundo. "Allí eliminé los rastros de la cocaína. Gané la plata olímpica".
Aquello, sin embargo, no cambió sus hábitos. "Consumía de forma desaforada", confiesa en su libro. "A veces desaparecía por tres días y entonces consumía de tres a cuatro litros de destilados, de 10 a 15 gramos de coca, cuatro o cinco pastillas de éxtasis y dos o tres botes de éxtasis líquido. Todo demencial".
Tras una de estas largas salidas, regresó a su casa y mantuvo una discusión con su esposa. Llevaba cuatro años casado. Pero decidió abandonar a su mujer y a su hija de sólo ocho meses. "En 1998 estaba tan enganchado que consumía los jueves y viernes por la noche, buscaba alguna excusa para no entrenarme el sábado y aparecía sólo el domingo para jugar el partido", afirma.
Acabó sin equipo.
"Ningún club me quería", asiente. Aquella vez, Rafa Aguilar, entonces técnico del Terrassa, le tendió la mano.
Y luego, en 2002-2003 jugó en el CN Barcelona.
"Pero entonces ya no tenía solución. Ni me entrenaba. La adicción me había pillado del todo". La constatación más evidente de su deplorable estado se produjo aquel mismo año, cuando Joan Jané, seleccionador, intentó repescarle para el Mundial de Barcelona 2003.
"Cuando me llamó, no me veía capaz. Quería que fuese el tercer defensa de boya. Eso no me gustó", recuerda. "Duré dos entrenamientos. Me echó. Y me hizo el mejor favor, porque aquello me sirvió para abrir los ojos. Poco después ingresé en el centro Mare Nostrum".
Pedro García ha vuelto a engancharse a la vida. No toma ni una copa de vino. Como terapeuta, lanza su eslogan: "Hacemos un tratamiento libre de sustancias de por vida. Nunca más. Vivir sin tomar y vivir bien". Y así lo hace Pedro, junto a su nueva pareja y sus dos hijas, Claudia de 10 años y Natalia de 7. Además de terapeuta ha hecho también un master de dirección de hoteles. Ya no se mete en el agua, pero nunca olvidará a las personas que le tendieron la mano cuando más las necesitaba: "Manel Estiarte y el COE, que me pasaron 600 euros mensuales dos años para financiar el tratamiento, Rafa Aguilar, Miquel Trapé, Lolo Ibern". Y, por supuesto, Jesús Rollán: "Él no esnifaba como yo. Lo mató una depresión". Toto se salvó y pudo regenerar su vida.
Clica per veure la notícia original
Entrevista a Pedro García Aguado, Toto, en "La Contra" de ...