Dicen que nada produce tanta atracción y tanta afección como el poder. También dicen que el poder corrompe y que está impregnado de una buena dosis de perversión. El caso es que para mandar hay que tener madera, aparte de dinero, y mucha ambición.
Pero lo que resulta difícil de entender es a todos esos presidentes que se aferran al mando pese a tener un alto grado de impopularidad y haber hecho las cosas rematadamente mal. Algunos sostienen que lo hacen por responsabilidad y porque quieren cumplir el ciclo para el que fueron elegidos, y es entonces cuando soportan todo, desde críticas feroces a su gestión a comentarios malignos sobre su vida privada.
Nada les importa. Sólo el poder, seguir aferrados al mando. Quizás porque no tienen otra cosa que hacer o tal vez porque le han cogido gustillo a ese mundo en el que entraron como dioses y nada ni nadie les hace ver dónde está la puerta de salida ni cuándo ni cuál es el momento preciso para marcharse, o que ya no sirven para ello, y ninguno de sus amigos es capaz de decirle que se han desgastado, en definitiva.
El deporte es un espacio que experimenta muchos casos de presidentes apoltronados, de esos que no quieren irse nunca. Cierto es que la democracia tiene caminos legales para destronar a los dirigentes eternos ...
• Artículo de Dagoberto Escorcia, en su espacio dominical
"Por la escuadra" (La Vanguardia —Dom, 14 Dic 2008, pág. 76—)
dimarts, 10 d’agost del 2010
Sebastià Millans, otro patético caso de presidente apoltronado
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Morositat de Sebastià Millans,
ex-president del Club Natació Barcelona
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